Buscando la Ciudad Iluminada

Adela vivía rodeada de libros y sueños en el segundo piso del numero 27 la Rue Royale, frente a la Place de la Madeleine, en una pequeña habitación alquilada a la Señora Foissard, una mujer francesa de la antigua burguesía. 

Adela era una gran aficionada al arte, le gustaba visitar cualquier museos. Era asidua visitante de las exposiciones celebradas en el Museo del Louvre. Cuando salía de aquel museo buscaba un banco cerca de la orilla del Sena y observaba los grandes barcos que subían por el cauce del río. Dibujaba uno por uno, todos los que pasaban durante el tiempo que ella allí permanecía.

Un domingo mientras se celebraba una fiesta a orilla del Sena, alguien comentaba sus andanzas en un lugar increíble. Una ciudad rodeada de agua que acariciaba edificios con muchos siglos de historia. 

- La ciudad más maravillosa que he conocido - dijo el hombre. 

Adela se acercó veloz al grupo de personas y atentamente escuchó la historia de ese viaje. Un hombre contaba como al llegar a esa ciudad se quedó asombrado de su belleza. Según decía, lo que más le impresionó fue como por la noche aparecían figuras brillantes sobre el agua del canal. Tan brillantes que era difícil distinguir su forma y su contorno. Adela no pudo resistir más y preguntó:

- Perdone Señor, ¿Cómo se llama la ciudad de la que habla?

- Mira pequeña, ese lugar se llama Brujas - contestó el hombre con amabilidad.

Adela corrió a una biblioteca cercana a su hostal y recopiló varios libros que hablaban de esa ciudad. 

- Impresionante - dijo en voz alta mientras los allí presentes le  miraban con cara de asombro, a la vez que reclamaban su silencio.

En su mochila metió libros, un lapicero, un cuaderno y chocolate, mucho chocolate. Subió los dos pisos de su casa de un salto. Estuvo unos días sin salir de su dormitorio. Allí se encerraba para leer historias fantásticas de viajes. Después se imaginaba sobre aparatos mágicos voladores viajando a esos lugares. El último de ellos acabó en París. El siguiente destino sería Brujas, por lo que se puso en marcha.

Se puso en marcha y mochila a la espalda se dispuso a buscar un billete de tren para viajar a su nueva ciudad y así iniciar otro viaje más. Levantó con ímpetu los brazos para llamar la atención de un taxi que se encontraba al otro lado de la Place de la Madeleine. Una vez dentro del coche, sacó de la mochila sus libros y sin pausa siguió leyendo sobre su próximo destino. Cuanto más leía más le gustaba la idea. Todo era perfecto. Viaje en tren durante 4 horas observando el verde intenso de las praderas francesas.

Al llegar a la estación echó la vista atrás para observar la que había sido su ciudad durante un tiempo. Nunca olvidaría París. Tampoco La Maison du Chocolat, donde elaboraban el mejor chocolate de la ciudad. Los miércoles acudía a la tienda y probaba uno distinto. Cada sabor lo relacionaba con alguna sensación que había tenido en su vida. Sus preferidos eran los que iban rellenos de mermeladas. Le gustaba notar como explotaba cuando mordía e intentaba adivinar el sabor del relleno.

Sonó el silbato del jefe de estación.

Adela ocupó su asiento al lado de la ventana junto a una señora madura que leía un libro con versos de Jorge Luis Borges.

- Buenas tardes - dijo muy educadamente Adela.

- Buenas tardes, joven - respondió la señora que a la vez le estrechó la mano como muestra de saludo - Mi nombre es Édith, igual que la cantante. Mis padres me pusieron ese nombre por la admiración que tenían hacia ella. ¿Y tu como te llamas?

- Adela, como mi madre, como mi abuela, como mi bisabuela. En mi familia la hija mayor se llama siempre Adela – respondió la chica - siempre por la admiración que tenemos en mi familia hacia mi tatarabuela, que también se llamaba así.

Las dos se echaron a reir.

- Solamente una hora - pensaba inquieta en su asiento mientras miraba como pasaban los pequeños andenes de las aldeas belgas. El colorido de las flores daba muestras de que estaba cerca la llegada.

Estaba empezando a anochecer. Iba a llegar a Brujas en plena noche. Adela repasó el plan de viaje. Lo primero que pensó era que quería una buhardilla a orilla del canal para poder observarlo día y noche aunque mientras lo encontraba, cualquier alojamiento sería bueno. Su objetivo principal era encontrar la preciosa vista que aquel hombre había narrado.

El tren entraba en la estación principal de Brujas. Enseguida Adela cogió su mochila y caminando sobre adoquines buscó el canal. Cruzó varias calles oscuras y allí estaba, iluminado con el reflejo cálido de la ciudad medieval mientras un grupo de cisnes blancos y brillantes descansaban en el centro del río. Adela encontró otro lugar maravilloso que recorrer…


Perdido

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